Ella caminaba por el sendero, ese al que muchos llaman vida. Era feliz, lejana a preocupaciones que no sean propias de una adolescente ingenua e inocente. De esas que ya no quedan en el mundo. De esas a las que se les suele ver como algo diferente y raro. Una chica intocable e inalcanzable, con una risa estruendosa y una sonrisa radiante. Sí, ella solía caminar sola por ese sendero, y la verdad, no le hacía falta nada. Su corazón estaba lleno de todo lo que amaba, mas sin embargo, sentía, muy en el fondo, que deseaba ardientemente que ese vital órgano se saliera de su rutina y latiera con más fuerza, más rápido y más fuerte. Y entonces, de un salto inesperado, de esos que solo los astutos lobos saben dar, se posicionó frente a ella una figura extraña. Una sombra grande y demasiado cálida. Esa misma sombra que la había estado observando desde hace ya muchas lunas, se decidió por fin a enfrentarse a ella. Era una sombra densa, y los ojos de la ingenua chica no podían ver a través de ella, pero se sentía tan bien, tan cercana, tan él. Se tomaron de la mano y comenzaron a caminar juntos; De repente, ya no estaban caminando. Empezaron a flotar, a levitar caminando, a volar. Y todo sucedió en dos segundos de nada. El sol se ocultó a lo lejos. Dos labios uniéndose en la oscuridad de la fría noche, dejando allá abajo, en la tierra, todas aquellas inseguridades y temores, dejando en un lugar muy remoto esa timidez y, sobretodo, las reglas de una sociedad igualitaria. Todo en silencio en secreto. Shh! susurraron en un pacto implícito, redactado por una promesa de un mañana más, de un futuro más prometedor. Y ella estaba ilusionada. Algo pasaba por su cabeza que no lo podía definir. Su razón le decía que baja, la tiraba a la superficie, pero la fuerza de gravedad ya había partido, y la sombra, que iba tomando cada vez más forma, la elevaba y envolvía en una nube de un aire extraño, nuevo y desconocido.
Es entonces, súbitamente, arrastrada a la tierra. Y ella se cae de golpe en el rocoso sendero. Y es lastimada ligeramente por las pequeñas piedritas que se habían ido formando en el suelo, o aquello a lo que comúnmente llamamos realidad. Intentó levantarse, pero la sombra, que ya había tomado forma totalmente, la pateó en el rostro, mostrándose como realmente era. Y los pactos y las promesas hechas en un no muy lejano pasado se rompieron como el vidrio. Frágiles y sin importancia.
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