domingo, 30 de octubre de 2011

Mirando a través de mi ventana, por entre las múltiple rendijas de la persiana, veo un cielo blanco, matizado con algunos pedazos de gris. Es un cielo luminoso, bastante brillante y al mismo tiempo, la única sensación que me causa es esa esperanza y alegría de que la lluvia se acerca. De que todo va a estar frío y silencioso, donde el muy conocido chaporreo de las gruesas gotas al caer en todos lados será el único sonido de fondo. Todo en una armonía sin igual que me mantendrá encerrada en mi habitación; ya sea por el pesado ambiente que hace como para levantarse o por las pocas ganas que tendría de mojarme. Aunque esa última excusa podría reconsiderarla, por supuesto. Y es que saltar bajo la lluvia es ese sueño reprimido que nunca me he atrevido a cumplir, por más fácil que sea hacerlo.